DIEZ CONSEJOS
Diez consejos prácticos para que los niños hagan sus deberes
- Establecer un sitio apropiado para hacer los deberes. No tiene por qué ser en un escritorio o en su habitación, pero sí debe respetarse que sea siempre el mismo, que esté bien iluminado y que allí el niño tenga acceso a todo lo necesario para realizar sus tareas. También, que sea un lugar sin distracciones, que le permita concentrarse y que, con el paso del tiempo, se llegue a asociar con el estudio. Es clave que, mientras se dedica a sus deberes, el pequeño no tenga acceso ni al teléfono ni a la televisión.
- Fijar un momento del día. Lo más recomendable es que sea temprano, después de un rato de distracción tras volver de la escuela. Cuanto más tarde se haga, el niño estará más cansado y tendrá menos ganas, le costará más y los resultados serán peores.
- Si se establecen reglas y horarios, ser firmes en su cumplimiento. No quiere decir que haya que ser inflexibles de un modo radical, pero sí que se note que, cuando no se cumple con un horario, se trata de una excepción.
- Acompañar a los niños mientras hacen las tareas. Dejar que los niños realicen sus actividades del modo más independiente posible es una forma de reconocer su autonomía, su inteligencia y su capacidad de hacer las cosas por sí mismos, aunque no salgan perfectas. Esta actitud les ayuda mucho en el aprendizaje de gestión de sus responsabilidades y fortalece su autoestima.
- Predicar con el ejemplo. Esto es muy positivo: que el adulto, siempre que sea posible, haga sus propios "deberes" a la vista del niño, mientras este hace los suyo: cálculos relacionados con la economía hogareña, revisión de facturas u otros papeles, leer un libro, etc.
- Estar atentos para ayudar, sobre todo si el niño se atasca con la tarea. La manera, por supuesto, no es hacer la actividad por él, sino darle alguna pista para acercarlo a la solución correcta.
- Más que enseñar, dar instrumentos para pensar. En muchas ocasiones los mayores podrán aclarar las dudas de los estudiantes, pero tal vez no siempre puedan hacerlo. En tales casos, no hay que agobiarse: el rol de los padres es acompañar a los hijos y proporcionarles ideas, instrumentos para pensar y buscar alternativas. No es conveniente regañarlos por no haber resuelto las dudas en la clase, sino alentarlos para que en la siguiente no olviden hacerlo.
- Revisar los deberes hechos. La revisión siempre debe comenzar por destacar lo positivo: las cosas que el niño ha hecho bien, los avances y mejoras que se detecten, etc. Esto será tomado por el estudiante como un reconocimiento por su trabajo y lo animará a seguir adelante. Después sí será momento de mencionar los errores o fallos cometidos, sin dramatismos ni exageraciones. Por graves que sean, son faltas que se pueden corregir y forman parte del proceso de aprendizaje.
- Evitar las "recompensas" por hacer los deberes. Una cosa es la motivación y otra la promesa de un premio a cambio de que el niño haga sus tareas. Con una oferta de este tipo, se corre el riesgo de que la situación se desnaturalice y el pretendido premio se convierta en una especie de "soborno". Lo más apropiado es que las motivaciones y los incentivos sean de otra clase.
- Hablar de los deberes escolares con términos positivos. Por eso siempre lo adecuado es que, cuando se hable de las tareas, se haga con palabras "buenas", que destaquen lo mucho que el niño aprenderá, para qué le servirá en el futuro, lo interesantes que pueden ser los conocimientos, etc.
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